viernes, 29 de junio de 2012

PESADILLA NUMERO 832



Todas las noches solía bañarse Sara, ya que en las mañanas le calaba la soledad más que en los crepúsculos.
"Hay personas de noche, y personas de día" Solía decir.
"y definitivamente soy persona de mañanay aunque odie bañarme por las noches, las mañanas son sólo mías, no del agua" - pensaba al estilo "gatuno" como ella lo definía.

Y lo cierto era que cuando acumulaba toda su voluntad para ejecutar el baño nocturno, las pesadillas se disipaban como los olores diurnos se van por la coladera.

Pero una noche cansada, de ésas que toda rutina voluntariosa se pospone con la perfecta y bien cabida razón del agotamiento, Sara se fue dormir sin su baño.

Las pesadillas no dieron tregua y dentro de ellas, Sara se adentró en su regadera transformada en tina blanca y limpia como esta hoja de papel, o como la más pulcra bañera de cualquier hotel de lujo, pero con gruesas grietas en las orillas que parecían ser cada vez mas grandes y peligrosas mientras Sara se iba acercando

Al llegar al la esquina mas lejana, con horror encontró un pequeñito pie humano enterrado en una grieta, como si un niño se hubiese ahogado, o peor aún, como si la propia tina se lo hubiera tragando dejando sus restos al descubierto para mantener la amenaza al soñante.

Sara pensó en su sobrina, y aterrada hecho a llorar preguntándose si acaso ella había sido la responsable al descuidar a la niña y salió horrorizada de aquel cuarto dispuesta a asumir responsabilidad.

Le confesó lo que vio y lo que asumió a su hermano mayor, quien la consoló diciéndole que todos los integrantes de la familia estaban a salvo, pero que aquella visión seguramente era algún aviso. Sara no se sintió consolada y siguió llorando el horror de aquella imagen, cuando de repente un frío le atravesó los pies.

Ella despertó con las cobijas revueltas y empapada de lágrimas, aquel precio por no haberse bañado, había sido alto, tanto que jamás permitió que alguien entrara mas en su baño, dejándolo a merced de la realidad por culpa de las pesadillas.

Sara mandó hacer otro baño más cerca de su habitación y con el tiempo el cuarto abandonado acumuló las grietas soñadas, y mas adelante, la amenaza de riesgo se hizo realidad con los años, hasta que Sara murió y heredó la casa completa, y los nietos abrieron aquella habitación llena de polvo y de arañas, se perdieron en pesadilla en las grietas presumidas, y cada noche, cuentan que por ahí pueden visitar a su abuela Sara, que siempre les aconseja que el baño es el curandero de la soledad.

FIN

No hay comentarios:

Publicar un comentario