ILUSTRACIÓN DE JOSE RAUL SANCHEZ CEBALLOS
Cuenta una
leyenda, que antes de que existiera la lluvia, el sol se ponía insolente y acaloradas las mujeres, solían bañarse en el río con todo y ropa para refrescarse más
tiempo.
Y ahí las
tenemos, toditas ellas entrando al
fresco lago que seduciéndolas con lengüetazos primero en las rodillas y luego
mas arriba hasta el cuello.
Tanto
amaban al río, que una de ellas se zambulló por completo, olvidándose de su niño
en la cuna, y cuando éste comenzó a llorar, ella acudió corriendo sin importarle
que su ropa dejase un camino de gotas saltarinas.
La mujer se
asomó a la cuna salpicando la cara de su niño, refrescándolo como ningún
abanico pudiera hacerlo - de ahí que
nació la señora brisa, que apenas y nos acaricia por el asomo de unas gotitas frescas-.
Fue
entonces que a partir de la señora brisa, todas las mujeres corrieron a
exprimirle sus faldas a los niños acalorados, desde los que esperan
en la cuna hasta los grandecitos que de mal humor esperan su turno para la
cena, y si uno de ellos olía a rebaño de ovejas soñolientas, ¡eran presa de
grandes faldas rebosantes de agua fresca
que en el lago se cargaban! - de ahí que
nació la señora lluvia que desintoxica y aviva los prados, que con su gran
rebozo de algodón exprime las nubes desde lo alto porque ha de estar algún niño
apestoso, llorón o insolente como el joven sol-.
Por eso, no
debes enojarte con la señora lluvia, que lo ve todo y quizá del otro lado del bosque
esté lavando un alma sucia que por altanero no la quiso acariciar, así que no
temas si oyes truenos y ráfagas, es la
señora lluvia que lava a mano su trabajo de verano.
FIN
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