lunes, 7 de marzo de 2011

LA FABULA DE LA ORUGA

"Esta planta esta llena de mordiscos" Dije cuando la acaricié. Y estaba sobándole las heridas cuando una oruga del mismito color que las tiernas hojas de mi plantita se escondía en las ramas.

"¡Aja! Eres tu, la glotona" Le dije molesta
"Lo siento, pero ésta, es mi casa, tu sientes que eres dueña no mas porque mi casa esta dentro una tonta maceta hecha por los humanos, sin embargo, aquí nací y es mi hogar" 
Dijo en tono acusador.

Quedé pensativa, y es que, uno nunca debe contradecir a las orugas, son obstinadas y peligrosas, pues cuando se vuelven mariposas pueden volar y contarle a medio bosque lo gruñona que una puede ser
Sin embargo, me fui al trabajo, pensando en la verdad de la orugay con estupor, descubrí que en efecto, era su casa no mi planta.

"Una disculpa, señorina de la planta, no volverá a suceder, ¿me permite que sea yo, la veladora de su amada casa? Le dije con humildad.

La oruga, aún más orgullosa, me contestó:

"No tiene usted, porque pedir permiso, a fin de cuentas, el mundo es nuestra casa, tiene tanto derecho como yo, de habitar donde guste, no mas, no invada los espacios"
Dicho esto, la oruga y yo nos convertimos en las mejores amigas, y cuando la oruga mutó a mariposa, paseamos por los jardines, así que, ¡ten cuidado de invadirnos! No vaya a ser que le digamos a todo el bosque, que eres de cuidado y entonces, ya no podríamos contarte mas cuentos como éste.

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